La Escuela Popular de Cine y Vídeo Comunitario, busca promover a través del audiovisual, procesos de reflexión, dialogo, critica constructiva y resolución de conflictos, sobre las realidades y problemáticas locales, a través del descubrimiento y reconocimiento de otras estéticas, narrativas, historias, personajes y protagonistas de la realidad cotidiana. Se abordan diferentes temáticas: infancia, participación e incidencia, juventud, medio ambiente, violencias y cultura de paz, mujer y genero, otros mundos posibles, diversidad, cultura viva comunitaria, políticas públicas. se cuenta con la visibilización de experiencias e invitados nacionales e internacionales. El enfasis del proceso es la gestión Cultural y la incidencia política participativa y comunitaria.
Convocatorias permanente para toda la comunidad: Niños/as, Jóvenes y adultos. todas los talleres y actividades son gratuitos.
Blog Historia de la Escuela Popular de Cine.
Con la presencia del gran cineasta y gestor de Cine Colombiano, Lisandro Duque, el Centro ÁTICO de Universidad Javeriana, la Alcaldía Local de Ciudad Bolívar y más de 150 asistentes, entre los que se destacan: habitantes, colectivos y organizaciones sociales y artísticas de la localidad, invitados nacionales e internacionales, el viernes 03 de junio de 2011, se inicio formalmente con el diplomado en “Creación Audiovisual de la Escuela de Cine y Video Comunitario”.
Memorias proceso Diplomado
Trailers de los cortos producidos durante el proceso del Diplomado “Creación Audiovisual de la Escuela de Cine y Video Comunitario”.
Ver videos clases magistrales con invitados nacionales e internacionales.
Cortos producidos por jovenes realizadores de la Escuela Popular de Cine
Presentaciones en Festivales de cine a nivel local, nacional e internacional
un artículo, sobre el proceso de las Escuela Popular de Cine y Video Comunitario.
“Mirarse a uno mismo” por el cineasta colombiano Lisandro Duque Naranjo.
“La Escuela popular de cine y video comunitario, cuya sede es Ciudad Bolívar, es una prueba de que el desarrollo tecnológico audiovisual ha colectivizado las posibilidades de crear imágenes en movimiento desde la base misma de la sociedad. No es cualquier cosa ese hecho, que altera los esquemas hasta el momento hegemónico –y homogenizador- de la producción fílmica y televisiva, descentralizándola de las cúpulas de poder audiovisual y permitiendo el empoderamiento de las cámaras en las manos de quienes ancestralmente fueron simples consumidores pasivos de los grandes medios o de los especialistas en ese lenguaje.
Con 92 años de tardanza, la “cámara ojo” de Dziga Vertov puede al fin ser una realidad. No pudo él, con esas cámaras enormes e inamovibles de los inicios del cine, ejercer física y estéticamente lo que a su juicio era el deber del cineasta: mostrar lo cotidiano y recrearse en lo popular. Pero hoy en día, cuando cada ciudadano lleva una cámara pequeña en el bolsillo de la camisa (que además le sirve de teléfono), las posibilidades de registrar los acontecimientos inesperados, dramáticos y gratificantes que se atraviesan por donde quiera que se camina, a la humanidad le han surgido millones de ojos que ya empiezan a impedir que cualquier acto trivial, o privado, o digno de ser visto y guardado en la memoria, se quede sin operarios que lo graben y sin testigos que lo puedan valorar.
Quizás por eso, se haga obligante formar a los niños y adultos, sobre todo a los de sectores con urgencias sociales y culturales inaplazables, para que el lenguaje audiovisual sea de su pleno dominio. Para que lo que se diga de ellos, no sea producto de las miradas demagógicas de los grandes medios o de la decisión filantrópica de quienes les llegan de afuera, como paracaidistas, sino fruto de su propia sensibilidad respecto a cuanto ocurre en su propio entorno. Que los encuadres sean suyos sobre su propia comunidad. Que la decisión temática emerja de lo que los inquieta en sus barrios, calles, colegios, familias.
He tenido el privilegio de conocer obras video gráficas cortas, y algunas de larga duración, hechas por jóvenes de Ciudad Bolívar en Bogotá, Nelson Mandela en Cartagena, Las Comunas en Medellín, Agua Blanca en Cali, que me han revelado la diferencia que hay entre ser fisgoneado desde afuera y mirarse a uno mismo desde el sitio habitual. ¡No es igual, definitivamente!
La existencia, pues, de una Escuela Popular de Cine y Video Comunitario como la de Ciudad Bolívar, es algo que debiera emularse. Es un derecho de los jóvenes y de los adultos que residen en esos sectores críticos, o aunque no lo fueran. Un acto de soberanía cultural que fundará la pluralidad de visiones que requiere toda sociedad para aproximarse a la democracia.
Gracias entonces a la tecnología, por ofrecernos la posibilidad de que quienes siempre parecieron condenados a estar frente a una pantalla, pasen ahora a ocupar su lugar merecido detrás de la cámara. Las consecuencias serán imprevisibles”.